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Ya pasó de ser bochornoso. Ahora lo que da es asco. Así se puede describir como el presidente descartó 800,000 sueños en este país bajo la protección de DACA. Para las hijas e hijos de Méjico, la gran mayoría de todos que viven con DACA y todos que son deportados, esto es una traición americana.

Por décadas el capitalismo americano tentaba la fuerza de labor mejicana y por décadas esa fuerza enriqueció la élite del país. Llegaron al principio del siglo veinte para formar colonias, adueñarse de terrenos, tener familias, y contribuir a la economía. Pero cuando llegó la Gran Depresión de los 1920s mejicanos fueron deportados en masa – muchos con sus hijos que eran ciudadanos americanos. Es lo que lo que los catedráticos Francisco Balderrama y Raymond Rodríguez llaman la Década de Traición.

Durante la guerra mundial de nuevo este país hizo todo para inducir la migración de mejicanos para proveer la mano de obra que tanto necesitaba. Esta vez llegaron y se unieron al ejército americano para defender los Estados Unidos. Al regresar no recibieron el agradecimiento que merecían. Establecieron organizaciones cívicas, pelearon en las cortes contra el discrimen. Se hicieron presentes.

Pero el país todavía necesitaba más fuerza laboral. Aun en una economía global los sectores de agricultura, construcción y hospitalidad dependían en la explotación de obreros y de nuevo el país miró hacia Méjico. Llegaron de nuevo y con sus hijos e hijas y estos agarraron cualquier oportunidad para quedarse en suelo americano.

Esos hijos e hijas también fueron tentados esta vez por un presidente que fue forzado a proveer un alivio de su propia deportación masiva. Sí, el presidente Obama tuvo que responder a la presión de esta juventud para establecer el programa de DACA. Nosotros aplaudimos la victoria y la fortaleza de los Soñadores.

Cinco años después el sueño se convierte en una pesadilla. Trump se empodera con cada suplicación al voto blanco, nativista y extremista. Insultó a mejicanos llamándolos violadores y criminales. Prometió una muralla, dizque pagada por Méjico. Cuestionó de forma racista las calificaciones de un juez federal, Gonzalo Curiel. Cambió todas las prioridades sobre deportaciones para efectivamente, deportar a cada indocumentado. Se unió a los supremacistas blancos y perdonó al alguacil más racista del país, Joe Arpaio.

Pero guardaba supuestamente una simpatía con los soñadores de DACA. Sigan solicitando al programa sin preocupación dijo al principio del año. Ahora manda a su alcahuete, Jeff Sessions, para repartir mentiras que la eliminación de DACA sirve para proteger la seguridad del país.

Desgraciados los dos.

Inmigrantes del mundo entero se han beneficiado por DACA. Representan un potencial enorme para mejorar el país porque estudian, trabajan y contribuyen.

Pero eliminar DACA es también una traición americana a nuestro más cercano y fiel vecino. Es una traición a los hijos e hijas de Méjico. Una traición fundada en la supremacía racial que Trump apoya ahora y que siempre estuvo en la relación entre los países. ¿Qué más podrá explicar esta reversa, esta asquerosidad, esta traición?